En ocasión a la celebración del Día Mundial del Agua en este año 2021, la Representación de FAO en República Dominicana cumple con el deseo de compartir algunas reflexiones asociadas con el mejoramiento de la eficiencia en el uso del agua.
La eficiencia en el uso del agua está relacionada con el uso social y económico de los recursos hídricos. Se refiere a la variación en el tiempo del valor económico añadido por parte de un determinado sector de la economía en proporción al volumen de agua utilizado por el mismo sector. Esto nos da una idea de cuánto depende el crecimiento económico de un país en proporción a la explotación que se hace de los recursos hídricos existentes. Un crecimiento económico inferior al uso que se hace del agua nos indica un problema potencial de sostenibilidad a mediano o largo plazo para el crecimiento económico mismo (FAO, 2019).
República Dominicana cuenta, en términos aparentes, con abundantes recursos de agua si se compara la disponibilidad existente con el tamaño de su población y la cantidad de agua extraída. Datos de AQUASTAT de la FAO, indican que el país dispone de unos 23,498 millones de metros cúbicos (MMC) por año para una disponibilidad anual por habitante de 2,249 metros cúbicos, calculada a 2020, situando al país entre aquellos con estrés hídrico ocasional o localizado. En tanto, las extracciones de agua reportadas a 2010 correspondían a un 30% del total de los recursos hídricos renovables disponibles.
Pero resulta que estos datos ocultan realidades escondidas detrás de la diversidad climática del país y de los desbalances existentes entre la disponibilidad y la demanda de agua dulce medidos por regiones hidrográficas. Proyectado a 2025, el balance hídrico en cuatro de las seis regiones hidrográficas en las que se divide el territorio dominicano, muestra condiciones de estrés hídrico en un rango que varía del 40% al 104%, según datos del Plan Hidrológico Nacional de 2012, evidenciando con ello que se está en presencia de una creciente escasez de agua.
El sector económico principalmente responsable por dicha situación es la agricultura, que consume el 80% del total del agua extraída en todo el país. La demanda de agua para riego, determinada mayormente por la producción de arroz y banano, en regiones hidrográficas, tales como, Yaque del Norte y Yaque del Sur, donde, a su vez, predominan condiciones de clima árido, semiárido y húmedo seco, se ve ocasionalmente perjudicada por cortes en el servicio debido a la ocurrencia de sequías estacionales o eventuales.
Para revertir situaciones de escasez de agua, corrientemente se proponen soluciones que pudieran estar orientadas a gestionar la oferta, tales como, construcción de presas, perforación de pozos, captación de agua de lluvia o mediante el aprovechamiento de fuentes de agua no convencionales. Otras se enfocan en gestionar la demanda, poniendo énfasis en aumentar la eficiencia en el uso del agua. O, lo que pudiera resultar mejor, combinar ambos tipos de soluciones.
FAO sugiere que, atender las causas que provocan las pérdidas de agua dulce en la agricultura representa enormes beneficios para el país, a la vez que reconoce que constituye un gran reto. El propio Director Ejecutivo del Gabinete del Agua, Ing. Gilberto Reynoso, ha reconocido que el 70% del agua de uso agrícola en el país “se pierde en los anticuados sistemas de riego” (Diario Libre, 22 de marzo 2021). Coincidiendo con sus declaraciones, esto obedece mayormente a la obsolescencia del sistema de distribución y al empleo del riego por superficie, método de muy baja eficiencia, aún en condiciones buenas de manejo. Pero también al empleo desmesurado del agua que se realiza en campos de cultivo. El INDRHI ha estimado que para un cultivo tan vital como el arroz, se emplean en el país entre 4 a 5 mil litros de agua dulce para obtener tan sólo una libra del producto. Esto ocurre aun en zonas semiáridas o áridas como las que predominan en las provincias San Juan y Monte Cristi, donde el agua dulce es un bien escaso.
FAO, igualmente, reconoce que el país cuenta con oportunidades para incrementar la oferta de agua dulce que favorecen la construcción de nuevas infraestructuras de captación y almacenamiento. Sin embargo, no se puede perder de vista que postergar las soluciones para incrementar la eficiencia en el uso del agua representa una pérdida de oportunidades de crecimiento económico para el país; prolongaría la permanencia de situaciones asociadas con el desperdicio de un recurso finito y vulnerable que se volverá más escaso debido al cambio y la variabilidad climática; y propiciaría la profundización de problemas relacionados al deterioro de la calidad de los suelos provocados por los excesos en el uso del agua y las dificultades de drenaje.
El país debería avocarse a enfrentar el reto de eficientizar la distribución del agua en la agricultura, invirtiendo en el revestimiento de canales de riego, la sustitución de canales a cielo abierto por el uso de tuberías cuando se considere necesario, así como en la implementación de planes de mantenimiento continuo de la infraestructura. Un reto aún mayor será incrementar la eficiencia en la aplicación del agua de riego en las fincas que implica, por una parte, cambios en los patrones de conducta de los productores y el desarrollo de capacidades en los servicios de asistencia técnica que en tiempos como los actuales son muy reducidos. Por otra parte, es necesario invertir en la sustitución del riego superficial, por surcos o por inundación, mediante sistemas de riegos presurizados que emplean la aspersión, la micro-aspersión y el goteo como ha sido anunciado.
Con sólo solucionar los problemas asociados con la baja eficiencia en el uso del agua se haría posible, mediante el ahorro, ampliar la oferta con los recursos de agua que se extraen en la actualidad. Basta recordar que la agricultura pierde el 70% del agua que consume. Hacer esto posible también reduciría los requerimientos de inversión en infraestructura para captar y almacenar más agua, permitiendo mayor disponibilidad de agua para cubrir necesidades ambientales de los ecosistemas y de otro tipo.
Todo ello pasa por la necesidad de solucionar los problemas relacionados a la gobernanza del agua y de una gestión integrada. El país requiere de un marco normativo apropiado, de instituciones fuertes y de una mayor participación de los grupos de interés para una mejor gobernanza del agua. A la vez, requiere hacer una gestión y desarrollo coordinados del agua, el suelo y otros recursos relacionados para que se maximicen los resultados económicos y el bienestar social de forma equitativa sin comprometer la sostenibilidad de los ecosistemas vitales, como habitualmente se define la Gestión Integrada de los Recursos Hídricos (GIHR).
FAO ha puesto al servicio del país toda la experiencia acumulada a través de los años y en diferentes partes del mundo para contribuir con soluciones a favor de una gobernanza efectiva, la gestión integrada de los recursos hídricos, el monitoreo y la gestión del conocimiento para incrementar la eficiencia en el uso del agua en la agricultura. Con ello, favorecer que la República Dominicana consiga alcanzar metas como las relacionadas con el logro del ODS 6: agua potable y saneamiento para todos.
Como parte de esos servicios, la FAO ofrece asistencia al gobierno dominicano para implementar un Programa de Cooperación Técnica orientado al fortalecimiento de la gobernanza y de la gestión integrada de recursos hídricos para incrementar la eficiencia en el uso del agua en la agricultura. Para ello se ha asociado con los ministerios de Medio Ambiente y Recursos Naturales, Agricultura y Economía, Planificación y Desarrollo; y cuenta con la colaboración de otras instituciones públicas y de la sociedad civil.
Durante los próximos dos años dicho proyecto realizará acciones a favor de incrementar la eficiencia en el uso del agua dulce, promoverá y fortalecerá espacios de diálogo y concertación para la gobernanza efectiva, incrementará capacidades nacionales para la alerta y la acción temprana ante sequías agrícolas y para afrontar, en el territorio correspondiente a la cuenca del río Yaque del Sur, situaciones asociadas con el uso del agua de riego y el manejo sostenible de tierras en áreas degradadas con impactos en la disponibilidad actual y futura de agua.
Incrementar la eficiencia en el uso del agua constituye un gran reto para el país, al mismo tiempo que se propone como la solución más aconsejada para aumentar la disponibilidad, reducir la necesidad de invertir para profundizar las extracciones y ampliar las oportunidades de crecimiento económico y del desarrollo.
Por José Luis Guigni, Consultor para Suelos y Aguas de la Representación de FAO en República Dominicana